sábado, 1 de noviembre de 2008

Talento, garra y corazón

Tras más de dos horas de batallar, David Nalbandian(8º) logró dobleglar al ruso Nikolay Davydenko(6º) por 6-1, 5-7 y 6-4. De esta manera, se mete por segundo año consecutivo en la final del Masters Series de Paris. Su rival será el local Jo-Wilfried Tsonga, quien derrotó en la otra semifinal al norteamericano James Blake.
Un tenis de alto vuelo logró desplegar el cordobés, en el primer set, donde todo parecía estar a su merced. Solidez tanto desde el fondo de cancha, como precisión al momento de la devolución. Estás fueron algunas de las armas que explotó a los largo de esa primera manga.
Todo parecía que se encaminaba para una rápida victoria, pero fue ahí cuando Davydenko resurgió de las cenizas. Luego de un comienzo abrumador, las acciones se emparejaron rápidamente en el segundo cotejo. La espectacularidad y simpleza mostrada por el unquillense - a lo largo de la primera media hora de encuentro-, empezaron a desaparecer y el tenis del ruso repuntó radicalmente. Comenzo a reencontrarse con su juego, el cual implica ser un jugador poco errático y completamente solido desde la linea de fondo. Cuando todo hacía suponer que la definición de ese segundo parcial se encaminaba para un tie-break, el ruso consiguió el tan esperado quiebre en el duodécimo game.
El marcador arrojaba un set para cada uno. Claramente el epílogo del encuentro se aproximaba, pero todavía restaba una última batalla por jugar. Desde la primera bola en juego, las equivalencias tenísticas fueron notorias. La profecía del tan conocido quiebre en el séptimo game se hizo presente en la carpeta parisina, ya que el cordobés logró desnivelar en el marcador, y de esa manera sacar una ventaja decisiva y definitiva para el desarrollo del match.
Su tenis atravieza el mejor momento del año, y claramente cada día que pasa las ilusiones con vistas a la Copa Davis se van incrementando, porque su nivel de juego expuesto -a lo largo de las últimas semanas-, es el de un número uno. Por eso, no bastará con una decena de Nadales para poder destronar al rey David de uno de sus objetivos más claros, que es el de alzarse con la tan ansieda y soñada ensaladera de plata.

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